Peter está en la semana más importante de su vida. Su mujer está a punto de dar a luz, así que decide coger un avión para ver nacer a su primer hijo. Tras un malentendido se le prohibe viajar en avión, así que tendrá que aguantar a un excéntrico intento de actor como compañero de viaje. Y será un viaje que ninguno de los dos olvidará.
Probablemente esta crítica habría sido más entusiasta de no ser por que me esperaba una obra maestra y me encuentro con una película que, irremediablemente resulta divertida… pero nada más.
Todd Phillips reventó las taquillas de medio mundo el año pasado con RESACÓN EN LAS VEGAS (película divertida también si, pero nada más) y uniendo en el reparto a dos ases del estilo de Robert Downey Jr (cumplidor, pero podría haber dado más de si) y Zach Galifianakis (especialista en tipos raritos) el resultado debería haber sido antológico.
El film es un conjunto de gags, más (el de café) o menos (el del perro en mi opinión y, dentro del conjunto, sobra) conseguidos que se van sucediendo para sonrisa de público. El problema es que el guión no termina de abordar por completo a los personajes, de explorar toda la situación. Es simplista, se columpia en la idea. De estar los dos actores principales otro gallo hubiera cantado. Los kilómetros se suceden y te da la impresión de que, de una forma u otra, sabes como va a acabar y casi lo que tiene que pasar.
Desde luego que es un film divertido y quien les escribe se rió en más de una ocasión. El film funciona, por supuesto, pero es que esperabamos bastante más.
Anecdóticos Jamie Foxx, Michelle Monaghan y Juliette Lewis que aportan poco o nada a la trama cuando, en realidad, el guión podría darles vidilla. Es decir, propuesta entretenida y graciosa, es una pena que no haya ido a más.
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