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Imparable: el tren sin control

Por David Hidalgo:

Por recortes en la empresa, un experimentado ingeniero de ferrocarriles (Denzel Washington) está a punto de irse a la calle, pero antes conoce al novato (Chris Pine) que le va a sustituir. Pero todo cambia cuando uno de los trenes lleno de un peligroso combustible empieza a saltarse estaciones a toda velocidad poniendo en peligro la vida de miles de personas de todo el área…

Vaya por delante que, aún sin entusiasmarme, la última película de Tony Scott (el hermano flipado del maestro Ridley, que, sin embargo, tiene en su haber pelis muy entretenidas como «Spy Game», «El Fuego de la Venganza», «Déjà Vu», «Marea Roja» y «Enemigo Público», y ese par de joyas que son «El Último Boy Scout» y «Amor a Quemarropa») me ha entretenido y mantenido en tensión en todo momento, en gran medida, gracias a la peculiar forma de dirigir de este buen hombre.

Y es que, pese a que en gran parte de su filmografía sus constantes movimientos de cámara, cortes y cambios de plano, efectos de flashes e hipersaturación del color resultan más un estorbo que un refuerzo de cara a la historia que está narrando, en esta ocasión, sirven para imprimir un ritmo trepidante a una película que, de otra manera, no pasaría de telefilm de sobremesa para emitir en Antena 3.

Tal es la estupidez de su guión (escrito por ese genio contemporáneo llamado Mark Bomback, sí, el de «La Jungla 4.0.: Te vas a Cagar con nuestros Super Hackers Karatekas»), capaz de recurrir a lo puramente inexplicable (ay, esa palanquita que se mueve sola…) cuando no a lo simplemente absurdo, que podría perfectamente haberse cargado el conjunto. Pero Scott, sabedor de las enormes limitaciones de la historia, decide pasar a toda velocidad por los pasajes más rebuscados y dar mayor importancia a lo mejor del film: la acción.

No en vano, el tren que sirve de antagonista en la historia, con su imponente tamaño y ese primer vagón de color rojo, prácticamente parece un enemigo sobrenatural y desbocado, al estilo del camión de «El Diablo Sobre Ruedas» o del temible escualo de «Tiburón» (ambas dirigidas por Steven Spielberg, lo que nos da a entender que Tony Scott ha pergeñado una cinta más spielbergiana de lo que parece). Su implacable presencia y los constantes giros y obstáculos de la trama ayudan a que «Imparable» funcione bastante bien como cinta de aventuras clásica, siempre y cuando desconectemos totalmente nuestro cerebrito.

Pero de nada valdría todo esto sin unos protagonistas convincentes, especialmente cuando el 80% de la cinta recae en ellos: Chris Pine está más o menos convincente, pero, sin duda alguna, es engullido por esa bestia parda que es Denzel Washington, uno de los pocos actores de Hollywood capaz de sostener sobre sus hombros y mejorar una película. Da igual que repita tics interpretativos o que siempre ría de forma forzada: al final, sí o sí, estaremos a muerte con él y con su personaje, sufriendo sus desgracias y aplaudiendo sus triunfos.

En conclusión, «Imparable» es entretenida, está bien realizada y, qué demonios, se agradece ver una cinta de acción en la que, pese al frenético estilo marca Tony Scott, te enteras perfectamente de quien es quien y de dónde está cada elemento. Flojea mucho a nivel de guión y de banda sonora (Harry Gregson Williams en piloto automático), pero… Si no sois demasiado exigentes, se lo perdonaréis. Eso sí, dejadla para el DVD mejor, y, si no queréis esperar a «Harry Potter 7», consultad propuestas más interesantes de la cartelera, como «Scott Pilgrim Contra el Mundo», «Bon Appetit» o «Caza a la Espía».

Nota: 5,5/10

Nota de la B.S.O. (Un robot imitando a Harry Gregson Williams): 4/10

Por Jose Luís Serrano García

El Colmo de las Casualidades

Un experimentado ingeniero de ferrocarriles a punto de ser despedido de su empresa y un novato metido por enchufe con la misión de sustituirle tendrán que detener un tren lleno de un peligroso combustible que empieza a saltarse estaciones a toda velocidad poniendo en peligro la vida de miles de personas y sin nadie que lo conduzca.

Había algo en IMPARABLE que no me llamaba la atención, probablemente ese argumento de «tren desbocado y fuera de control sin que nadie pueda pararlo» me parecía demasiado sencillo y manido como para que de todo esto pudiese salir algo bueno.

Pero mira tu por donde que, a pesar de que la mayor parte del film te lo sabes, sabes también en cierta manera lo que va a suceder y nadie se guarda un as en la manga, resulta que al final te has entretenido durante dos horas en la sala de cine gracias al oficio y profesión de, primero, Denzel Washington y Chris Pine ante la pantalla y, segundo, el Scott director.

Hablemos primero del Scott director, ese que quiere llevar el videoclip a su máxima expresión y que dirigió el remake de ´Pelham´ de una manera que Jospeh Sargent quizás se removiese sobre su tumba. Pero fíjate tú, Scott imprime velocidad a la película de tal manera que la intriga va increscendo, la tensión también hasta llegar al punto en que te interesa lo que estás viendo en pantalla. A eso se le puede llamar oficio de perro viejo. Con un argumento simple consigues una peli más que decente. Aún hay algo del director de EL ULTIMO BOY SCOUT o MAREA ROJA por ahí, por alguna parte y quizás en una próxima peli pueda dejarse ver.

Luego, y de manera muy importante, tienes a dos actores que, con un minimo papel (porque la profundidad de sus personajes es nula o cero) logran, con su carisma (y en el caso de Pine es llamativo dada su corta experiencia) que sigamos atentos, que nos preocupemos por si el chaval va a seguir con su mujer o al otro le van a hacer caso sus hijas.

Y mira que a lo mejor el argumento si que hubiese dado para más con un poco de trasfondo social por en medio (jubilados, despedidos, novatos… ¡situación laboral!) pero eso no se explota porque lo primordial es lo primordial. Está inspirada en hechos reales y desconozco la veracidad de todo pero algunas soluciones que se aportan en el film para parar el tren son de chiste, francamente.

Es decir, servidor se esperaba un pufo y resultó entretenida por lo menos. Quizás sea un soplo de aire en una cartelera de decepciones.


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