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‘El chico del millón de dólares’: superación cien por cien Disney

El chico del millón de dólares

El chico del millón de dólares

Basada en un historia real. Un agente deportivo desarrolla una estrategia muy poco convencional para que los jugadores de cricket asiáticos puedan jugar en la Mayor League de béisbol americano.

Es innegable la fuera motivacional de un buen drama deportivo. Y más si está basado en hechos reales, pues pone de manifiesto que al menos algo de lo que aparece en pantalla ocurrió de verdad.

‘El chico del millón de dólares’ toma cada fórmula del género, en la vertiente más afable de Disney, para traernos una película que se apoya en la inspiradora fuerza del mensaje y, sobre todo, la interpretación del elenco protagonista, con Jon Hamm, Bill Paxton y Alan Arkin a la cabeza.

La aventura del (a priori, imposible) reclutamiento de estas jóvenes promesas Indias que jamás han jugado al deporte nacional Estadounidense sirve como telón de fondo para la redención de un personaje (Hamm) que comienza siendo un hombre de negocios con su carrera en el filo de la navaja, centrado en el beneficio puro y duro, ajeno a las relaciones humanas normales y, en definitiva, ejemplificando a la perfección al moderno Peter Pan.

En su viaje, no solo conocerá otra forma de vida diametralmente opuesta a la suya (los fascinantes paisajes Indios, su extrema pobreza pero a la vez singular belleza y la felicidad de un pueblo que se conforma con lo que tiene, frente a un típico espécimen Occidental con los sentidos hipertrofiados incapaz de ser feliz pese a tenerlo, objetivamente, casi todo) que le abrirá de una vez los ojos, sino que emprenderá su propio viaje conscientemente postergado a la edad adulta, con todas las responsabilidades de verdadero riesgo que conlleva asumir que ya se peinan canas.

La parte bonita del ‘sueño americano’ está muy presente en ‘El chico del millón de dólares’, aunque el director Craig Gillespie y el guionista Thomas McCarthy introducen en la ágil narración unos cuantos apuntes de la pobre y difícil realidad diaria del pueblo Indio frente a las infantilizadas Sociedades Occidentales donde se nos da todo hecho.

Sin embargo, al final el espíritu Disney domina e impregna todo el relato, y la moraleja habla de superación, de amor, de compromiso… de que todo, por muy difícil que parezca, es posible.

No es un mal mensaje que transmitir a su público potencial, pero la cinta tenía todos los ingredientes para ir más allá, en pos del realismo frente a la lágrima.

Lo mejor: Jon Hamm, Bill Paxton y Alan Arkin.

Lo peor: daba para mucho más.

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