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‘Camino a la escuela’: un homenaje a la educación

Camino a la escuela

Camino a la escuela

Un documental que narra la historia real y extraordinaria de cuatro niños, héroes cotidianos -Jackson, Carlitos, Zahira y Samuel- que deben enfrentarse diariamente con una multitud de adversidades y peligros para llegar a la escuela. Estos niños viven en cuatro puntos muy distantes de la tierra, pero comparten las mismas ganas de aprender y son conscientes de que sólo la educación les abrirá las puertas a un porvenir mejor.

‘Camino a la escuela’ no es una de esas grandes películas de Holywood que nos hacen soñar, sino más bien todo lo contrario, nos enfrenta de lleno con la cruda y terrible realidad. De esta manera, cumple dos de las particularidades que toda gran obra documental no puede dejar a un lado: la realidad y el componente didáctico. Nos introduce en la vida de cuatro niños, de los peligros y kilómetros que tienen que andar para llegar a la escuela, dejando al descubierto las carencias del mundo ‘no occidental’: de cómo en nuestra sociedad la educación es un derecho que no valoramos. Todo un homenaje a la educación.

No podemos hablar de grandes movimientos de cámara ni tan siquiera de una estética que destaque en el filme, si dejamos a un lado la línea argumental, el tratamiento de las imágenes es la de un documental que se podría haber emitido en la pequeña pantalla en cualquier cadena especializada como BBC. Predomina la grabación de los grandes espacios, algo muy característico de los documentales sobre la sabana africana y que sin duda, nos habla de la trayectoria de su director. Su uso es muy acertado, ya que de un primer golpe de vista podemos ver en la inmensidad del espacio, a todos los peligros que se enfrentan los pequeños recorriendo durante kilómetros parajes abruptos y salvajes. A lo largo de todo el largometraje se ha intentado que predomine el valor documental, dejando a un lado la narratividad, algo que es fundamental cuando se estrena en la pantalla grande porque aporta fluidez y ritmo.

Se mantiene al margen de la estética cinematográfica pero no lo hace de uno de los recursos más explotados a lo largo de la historia del cine: los niños como protagonistas, asegurándose de esa manera de que el público se acerque al film con una mirada más sensiblera y con la guardia baja.

Lo mejor: sin ningún artificio, es una historia real y optimista.

Lo peor: una obra no tiene por qué perder el valor documental aportando algo más de ritmo.

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