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‘Mal Genio’, el temible Godard

cr_17_malgenioParís 1967. Durante el rodaje de su nueva película, el director francés Jean-Luc Godard se enamora de la actriz Anne Wiazemsky, 20 años más joven que él. Un año después, tras casarse con Anne y haber encontrado aparentemente la estabilidad, Godard se ve sumido en una crisis existencial debido a la negativa acogida de la película y a los conflictos sociales que se están desarrollando en París.

Hay quien promulga que el matrimonio es como el submarino, que a pesar de que pueda flotar, está diseñado para hundirse. Si además el submarino en cuestión se apoda «el Temible» más antes que después devendrá a pique.

Esta es la singular propuesta de Michel Hazanavicius (‘The Artist’, ‘The Search’ -inédita en nuestro país-, las dos aventuras del agente francés OSS 117), con ‘Mal genio’. Tributo, admiración, ironía y una historia principalmente de amor, se funden no a partes proporcionales en esta película que se basa en los relatos de Anne Wiazemsky «Un an après» y «Une année studieuse». Anne estuvo casada con el icónico cineasta de los 60 Jean-Luc Godard, y describe en sus palabras el amor, el matrimonio y su ruptura con el director.

Sobre esta base argumental, Hazanavicius, arranca la narración visual en forma de capítulos narrados en las primeras personas de sus protagonistas desde el rodaje de ‘La chinoise’ en 1967. Godard ronda los 37 y reflexiona sobre el envejecimiento creativo recordando figuras como Mozart o incluso Jesucristo, en los momentos previos al mayo del 68 francés.

Un tiempo revuelto y comprometido muy concreto para unos personajes suficientemente definidos, interpretados por Louis Garrel y Stacy Martin como la pareja protagonista, y acompañados, entre otros, por la actriz fetiche y esposa del director Bérénice Bejo, quien suele intervenir en casi todas sus producciones.

‘Mal genio’ (titulo original ‘Le Redoutable’, traducida algo así como «el temible»), parece sacada de la época y mimetiza perfectamente con su fotografía, los planos, la estética y modas, y con la música de la década de los 60. Habla del desprecio del cineasta hacia el cine comercial ironizando en cierto momento cuando un joven le comenta que «en el mundo ya hay bastantes cosas feas como para ir a verlas al cine».

En esa radicalización de los tiempos y del personaje, se encuentran perlas con doble filo hacia el cine objetivo con el denominado «Cine-Ojo», consistente en captar las imágenes sin preparación previa, sin guion, sin actores… y, claro está, sin apenas público en las salas.

Tras muchos pares de gafas destrozados, discusiones maoistas, circunloquios propios de la «nouvelle vague», encuentros y desencuentros con Bertolucci o Ferreri, y entre Roma y Cannes, lo que en principio parecía una historia de amor va poco a poco haciendo aguas al no lograr conectar con el espectador actual.

La singularidad de Jean-Luc Godard cineasta comprometido, con los juegos narrativos que propone Michel Hazanavicius, como dejar que el sonido de una máquina de escribir siga escuchándose cuando el protagonista se ha dado la vuelta a ella, o que alterne imágenes en color con sus negativos reivindicando la autoridad del cine, contribuyen a veces que no se termine de sintonizar con la película.

A cambio, en un momento dado, divaga con magnífica ironía sobre los desnudos cinematográficos por exigencia del guion. O incluso describe lo absurdo de realizar películas en las que se discute democráticamente entre todo el equipo de artistas sobre la idoneidad de buen travelín, llevado a sus últimas consecuencias. Habría que preguntar directamente a Godard su opinión sobre que el público con su autoridad pueda desestimar a un director antes de comenzar su propia película…

‘Mal genio’ ayuda a entender una determinada época del cine de autor francés, lo que no queda lo suficientemente claro reside en si ésta es de interés para el público actual.

Lo mejor: la interpretación de su protagonista y su excelente caracterización.

Lo peor: que la vis cómica que pretende aparentar no sea suficiente reclamo como para atraer al espectador a una manera de entender el cine ya complicada de por sí hace medio siglo.

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