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‘Juego de ladrones: un gran golpe’

Todos los días, el banco de la Reserva Federal de Los Ángeles saca de la circulación 120 millones de dólares en efectivo. Un grupo de experimentados ladrones planea su gran atraco final: robar esos 120 millones, pero el departamento del Sheriff de Los Ángeles, la brigada más temida de la ciudad liderada por “El gran Nick”, no está dispuesto a ponérselo fácil. Adelantarse a ellos y llegar los primeros al dinero será su máximo reto.

Puede que el hecho de fantasear con atracar un banco y salir indemne para poder derrochar todo ese dinero comprando, por ejemplo, una isla paradisiaca donde disfrutar el resto de nuestros días, sea una idea que fugazmente pueda brillar en nuestra mente. Si a ello añadimos cierta animadversión social por las entidades que custodian las más variadas fortunas, mezclado con un cierto instinto injustificable a lo Robin Hood, daremos a pie juntillas con una de las  más interesantes variantes del género de polis y cacos.

‘Juego de ladrones’ es la primera película dirigida por el guionista Christian Gudegast (quien trabajó en guiones como ‘Objetivo: Londres’, ‘Diablo’), con más que notable resultado. Sabe mantener la acción, el suspense y el ritmo trepidante en sus justas medidas, manteniendo el interés del espectador en su largo pero nada cansado metraje. Cuida con mucho mimo los planos y las escenas, los personajes y sus historias, mediante uso de flashbacks y saltos temporales que dinamizan la narración.

Nos introduce con maestría en la propia “guarida de ladrones” (tal es su título original), como en la pocilga policial en la que convive el grupo de élite del Sheriff de Los Ángeles. Por un lado, Gerard Butler (‘300’, ‘El fantasma de la ópera’, ‘Mi querido Frankie’), parece más que cómodo en el papel de jefe de polis cuya familia son los mismos compañeros de resacas de alcohol y sexo. En el bando contrario, el televisivo Pablo Schreiber da réplica veraz con su banda basada en el entrenamiento militar y en utilizar la inteligencia siempre un paso por delante.

No llega a estar muy bien definida la línea ética sobre si los polis son malos o viceversa, y es lo que la hace más interesante si cabe, ya que ambas facciones deberán pensar por los contrarios si quieren llevar con éxito su misión.

El resto de actores van más o menos en lote y en la misma línea, derrochando chulería, provocación, suspense y frenesí. Unos muy buenos personajes perfilados a golpe de tensión visual, que nadan en la pretensión de desestabilizar al enemigo, o al menos hacer creer que éste lo está haciendo con los propios.

Desde el primer minuto, nos encontramos en medio de un robo con fuego cruzado como pocas veces hemos podido experimentar (cinematográficamente hablando, por supuesto). Atrapados por un inteligente guión, y por unos personajes lo suficientemente dibujados como para dudar de sus personalidades, ya no dejan tregua alguna en sus casi dos horas y media que se disfrutan como si ‘Juego de ladrones’ hubiera salido de la mejor paleta de Michael Mann.

Lo mejor: la experiencia de estar inmerso realmente entre polis y cacos con todas las consecuencias.

Lo peor: que uno se queda con ganas de más… aunque parece que la solución pasa por una próxima secuela que ya prepara su director.

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