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‘Megalodón (The MEG)’: bicharraco mortal ¿en una comedia?

Crítica de Megalodón (The MEG)

Cuando un sumergible se avería en pleno fondo marino del foso de las Marianas, un experto buceador arriesgará su vida en intentar el rescate, mientras le surge una duda: ¿existe todavía allá abajo el Megalodón, el depredador marino más temible que ha existido nunca?.

Desde la obra maestra ‘Tiburón’ del mago Steven Spielberg, el escualo se ha convertido en un género en sí mismo que ha degenerado sin remisión.

Salvo insignes trabajos (‘Open Water’, ‘Infierno  Azul’, ‘A 47 metros’), hemos sufrido a los pobres depredadores volando en tornados, cabalgados por Nazis, en la nieve, en lagos, como fantasmas, zombis y un sinfín de situaciones y entornos cada vez más vergonzosos.

Hay que decir que ‘The MEG’ está en la liga de las excepciones.

Al menos rinde homenaje a la insuperable cinta de Spielberg (sobre todo durante los primeros 45 minutos) e intenta ofrecer (con muchos defectos y algunas virtudes) un digno espectáculo de acción.

Pero, cuando tu oponente es un bicho de 25 metros que deja al gran blanco en sardinilla, emergiendo de las profundidades con ganas de marcha, es intolerable que la cosa no tenga sangre, y los chistes se sucedan con tanta frecuencia que eclipsen lo que debería ser la película definitiva de tiburones.

‘The MEG’ es muy divertida, y en esto no hay nada que reprochar al ‘currante para todo’ Jon Turteltaub.

La aventura pasa sin mirar el reloj, y cuando termina la sensación de haber pasado un buen rato perdura durante un tiempo.

Pero el material es tan potente, las dimensiones tan grandes, que reír y disfrutar se queda muy corto.

¿Dónde está el agobio? ¿dónde la tensión?.

¿Dónde está la horrible sensación de acercarse al agua pensando que puede ser tu último baño?; ¿dónde los personajes con un mínimo trasfondo, que no se comporten permanentemente como idiotas?.

Con el fornido y lacónico Jason Statham de oponente, al menos dale un rival a su altura, que le deje secuelas y le haga sudar; que le mude un poco esa imperturbable cara de roca que, cada 20 películas más o menos, sonríe un poquito.

Jaume Collet- Serra consiguió meternos el miedo en el cuerpo y agobiarnos hasta lo indecible con una bañista, una playa desierta y un tiburón.

Turteltaub multiplica todo por mil… y logra el efecto contrario.

Lo mejor: el tiburón es MUY grande.

Lo peor: que impere la comedia, como que no.

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