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‘White Boy Rick’, pasión por las armas

Ambientada en el Detroit de los años 80, en pleno apogeo de la epidemia del crack y la guerra contra las drogas, ‘White Boy Rick’ está basada en la conmovedora historia real de un padre obrero y trabajador y su hijo adolescente, Rick Wershe Jr., quien tras convertirse en informante encubierto de la policía y luego en un traficante de drogas, acaba siendo abandonado por sus protectores y condenado a cadena perpetua.

El hecho de que una película esté basada, inspirada, ambientada o influida por determinados hechos reales no es suficiente sinónimo de garantía a la hora de ofrecer una buena historia al espectador. Por lo general los guionistas tienen que adaptar la trama para ofrecer un mayor interés cinematográfico, por muy ceñidos que estén al argumento original.

‘White Boy Rick’ es una película muy bien ambientada, con unas interpretaciones muy correctas, aunque algo desaprovechadas, y con un argumento que no se sabe muy bien a dónde te quiere llevar. Tal vez por ajustarse a la vida de un adolescente que se adentra en una encerrona entre camellos y policía, pillando el gustillo a la venta al por menor de armas y de drogas. O sencillamente por su ambigüedad y no dejar claro cuál es el motivo que justifica su presencia en la gran pantalla.

El director parisino Yann Demange vuelve a trasladarse al pasado para acompañar a su solitario protagonista (similar a lo que ya hizo con su anterior trabajo ‘‘71’), en este caso por las derrotadas y fantasmagóricas calles de la desindustrializada Detriot. Una ciudad tomada por bandas callejeras y aupadas por la política corrupta, que aprovechan el poco aliento de sus marginales ciudadanos para colocar su mercancía.alienadora.

Richie Merritt debuta en cine como el joven experto en armas, aleccionado por los trapicheos del padre comprando, preparando y vendiendo en ferias de armas no demasiado legales. Mientras anhela volver a unir a la familia, comienza a introducirse en el ambiente de las mafias hasta el punto de sentirse integrado como blanco en un paraíso de negros.

Matthew McConaughey regresa a esos registros marginales de ‘Dallas Buyers Club’, ‘Mud’ o ‘El lobo de Wall Street’, en el papel de un padre más preocupado por su propia supervivencia que por la responsabilidad de lo que le queda de familia, cuya única ilusión es la de montar un videoclub para salir del atolladero.

Esta historia de “corderos y leones” cuenta también con la presencia de Bel Powley, Jennifer Jason Leigh, Brian Tyree Henry y Bruce Dern entre otros actores, que deambulan por esa década de pandillas, autocines y disco skates.

La efervescente ambición de montar un videoclub a mediados de los años ochenta tenía los días contados como el deseo del dinero fácil y pútrido del protagonista para volver a unir a la familia, en un viaje en el que “es muy fácil equivocarse en el camino a casa”.

‘White Boy Rick’ representa un claro ejemplo de cómo afectan las políticas sociales en los jóvenes desorientados inmersos en un mundo de delincuencia, y de cómo los límites en la legalidad de las armas de defensa personal conllevan antes o después traspasar el límite llevándose por delante vidas y familias.

Lo mejor: la ambientación depravada y puntos de vista viciados que nos pasean por la marginalidad de Detroit. Y el pequeño tío que reclama la responsabilidad paternal al protagonista.

Lo peor: que su mensaje pueda resultar un tanto difuso e incoherente.

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