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‘Mia y el león blanco’, de profecías, niños y leones

Mia tiene 11 años cuando comienza una relación extraordinaria con Charlie, un cachorro de león blanco nacido en la granja de leones de sus padres en Sudáfrica. Durante tres años, crecerán juntos y vivirán una amistad incondicional. Cuando ella cumple 14 y Charlie se convierte en un hermoso león adulto, Mia descubre que lo van a vender. Al saber que su amigo está en peligro, Mia y el león emprenderán un viaje a través de la sabana en busca de una tierra donde Charlie pueda vivir en libertad.

Vivimos en una época donde la mayor parte de los animales que aparecen en pantalla han de pasar por el filtro digital para que su actuación se adecue al hilo argumental. Y los que realmente son de carne y hueso están protegidos por sociedades animalistas que vigilan con exigente celo unas condiciones más que óptimas de rodaje. Por suerte, la ley que impera en los documentales es la de la propia naturaleza, y algún que otro truco menor para lograr que la narración tenga su propio sentido.

‘Mia y el león blanco’ fascina por disfrutar de la evolución de un pequeño cachorro de león blanco hasta su mayoría de edad, sin filtros, sin dobles, y sin efectos especiales ni digitales de cualquier tipo. Una rica y arriesgada producción de tres años en la que una niña de once y el pequeño león conviven frente a la pantalla para contar una historia. El resultado es una espectacular y curiosa mezcla en la que sus protagonistas actúan frente a las cámaras, que parecen rodar como si se tratase de un falso documental.

El documentalista francés Gilles de Maistre, tras coincidir con Kevin Richardson -experto naturista conocido con el sobrenombre de “el encantador de leones”-, ideó junto a Prune de Maistre y Jean-Paul Husson, el argumento sobre la relación entre una niña y un león. El guión fue desarrollado por William Davies, y para su casting se seleccionó a la protagonista de entre más de trescientos candidatos por su afinidad y comportamiento ante estos peligrosos felinos.

Daniah De Villiers interpreta a Mia, una joven que ha convivido y establecido lazos casi únicos con Thor, tal es el verdadero nombre Charlie, esa preciosidad de mascota que vemos crecer desde casi gatito a enorme depredador en la gran pantalla. Tras trasladarse la familia de Londres a Sudáfrica para hacerse cargo del negocio familiar de una granja, Mía no se adapta demasiado bien a la convivencia con los animales. Se mantiene distante y desplazada con la llegada del cachorro blanco, y a la vez un tanto enfadada por no encontrar su lugar en el nuevo hogar. Ambos establecen un verdadero vínculo y una dependencia que va más allá de la pantalla, y se nota.

Ryan Mac Lennan es Mick, el hermano pequeño de Mia. Amigo de los animales, sobre todo si son pequeños, y algo más reservado por sus ataques de ansiedad. Resulta curioso ver cómo los tres jóvenes protagonistas, los dos niños y el felino, crecen delante de la cámara como si se tratase de un documental. El mérito de sus actuaciones es interactuar constantemente con la “mascota” mostrando plena naturalidad. Y ese es el principal logro de la película.

También intervienen Mélanie Laurent y Langley Kirkwood como padres de los chicos, y Lillian Dube en el papel de sirvienta con algunos momentos realmente divertidos.

Además de una cuidada y excelente fotografía (los paisajes de la sabana africana dan mucho juego), y el encanto de poder hacer un tour viendo animales salvajes en su entorno, no podía faltar en su banda sonora la canción más popular de Sudáfrica compuesta por Solomon Linda, “Mbube”, “Wimoweh”, “Imbube” o más conocida en el resto del mundo como “The lion sleeps tonight”, que tuvo su máximo momento de gloria en el clásico animado de Disney.

‘Mia y el león blanco’ aboga por respetar los hábitats propicios para los animales en libertad, y que no sirvan de reclamo como fuente de negocio de las denominadas “cacerías enlatadas”. Ni de pretexto para saquear la riqueza de la fauna africana de por sí bastante mermada por estos negocios turbios y gobiernos un tanto permisivos.

“Nunca renuncies a tu sueño, sálvalo” sería el mensaje principal que propone el chamán, válido para múltiples facetas de la vida diaria. Y como película familiar posee una riqueza extraordinaria, aunque todos vayamos a desear tener uno así en casa, viéndolo crecer como un gran gatito doméstico hasta que se haga grande y se convierta en leyenda, si hemos sobrevivido al intento.

Lo mejor: la experiencia de verlos crecer y trabajar sin efectos especiales, superposiciones, cromas ni animatrónica. El auténtico desafío criar a los jóvenes junto al león real, actuando con amor y confianza frente a cualquier adiestramiento.

Lo peor: los turbios negocios que mueve el turismo de la caza de animales.

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