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‘Pasajero oculto (Shadow in the cloud)’: machirulos, pasajeros no deseados y una soldado de armas tomar

Año 1943. En plena Segunda Guerra Mundial, la oficial de vuelo Maude Garrett se une a la tripulación masculina de un bombardero B-17 llevando consigo un paquete ultrasecreto. Durante el vuelo desde Nueva Zelanda hasta Samoa, sucesos extraños comienzan a incitar cierta paranoia en torno a su verdadera misión, y lo cierto es que la tripulación tiene mucho que temer: acechando en las sombras, algo siniestro, una presencia maligna está destrozando el interior del avión. Atrapada entre la emboscada japonesa que se avecina y el mal que les acecha en el interior del avión, Maude debe sobrepasar sus límites para intentar salvar a la tripulación y proteger su misteriosa carga.

Feminismo: doctrina y movimiento social que pide para la mujer el reconocimiento de unas capacidades y unos derechos que tradicionalmente han estado reservados para los hombres.

La definición de arriba no es, obviamente, la premisa sobre la que gira la felizmente pasadísima ‘Pasajero Oculto (Shadow in the cloud)’, aunque sí está muy presente durante todo el metraje, en su vertiente más reivindicativa del reconocimiento de unas capacidades y derechos que, en los años 40 (y más allá), dominaban los varones. 

La película gira en torno a una peripecia imposible, de acción imposible, con elementos también imposibles que, pese a todo, funcionan a las mil maravillas como puro, efímero y duro entretenimiento. 

Metamos en un avión a una poderosa feminista (y femenina) soldado, con unos machitos cabríos a cada cual más palurdo (de los clichés andantes, solo se medio salvan dos), incapaces de contener su apestosa boquita; añade una misión secreta, aviones japoneses dispuestos a destruir el avión, música discotequera y, como colofón, esos bichejos míticos que dan por saco y provocan accidentes, aquí con un diabólico extra de mala leche. 

‘Pasajero oculto’ es un flipado viaje retro de apenas setenta minutos, que se disfruta mucho si abrazamos su descarada serie B pulp con los brazos abiertos

Los efectos digitales dan casi siempre el pego; el montaje es estupendo y la puesta en escena aprovecha cada dólar de un presupuesto claramente bajo. 

La debutante Roseanne Liang explota la baza de contar con Chloë Grace Moretz asumiendo todo el peso de la función, aderezada además por el desbocado (pero ideal para el relato) guion de Max Landis.

Si buscara algo más que entretener, si elevara sus pretensiones, fracasaría con estrépito.

Pero Liang parece tener claro que menos es más, y no hace falta estirar el chicle para contar la historia, aunque incluso en un metraje frenético a veces se le vaya mucho la mano presentando algunas situaciones y, sobre todo, exhibiendo el comportamiento de los hombres del avión (la violencia verbal con la que se ceban con la protagonista, aunque probable, está pasada de rosca, da vergüenza ajena y es más propia de unos degenerados que ningún hombre educado con cierta normalidad querría ver ni en pintura a su lado).  

A veces es mejor ser un poco más sutil para que el mensaje cale hondo. Con un poco menos de bilis de unos zopencos apenas dibujados, y algo más de Maude reivindicada  por la vía de los hechos, bastaría. 

Con todo, ‘Pasajero Oculto’ entrega un viaje sin frenos donde olvidaremos el reloj si aparcamos, también, las neuronas en favor de pasar el rato. 

Lo mejor: Chloë Grace Moretz, el arranque de la película y cualquier momento de Maude en la claustrofóbica cabina. 

Lo peor: la caterva de machirulos a los que Liang no se molesta en dar un mínimo trasfondo para que la basura que sueltan por la boca signifique mucho más.   

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