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‘Minari. Historia de mi familia’, no es una abuela de verdad

A mediados de los 80, una familia coreano-estadounidense se muda a una pequeña granja de Arkansas en busca del sueño americano. El hogar familiar cambia por completo con la llegada de la abuela, astuta, malhablada pero increíblemente cariñosa. Ante la inestabilidad y los desafíos de esta nueva vida, cada miembro de la familia descubrirá que su vínculo incondicional es la fuerza que necesitan para salir adelante.

Hubo un tiempo en el que la familia abarcaba una dimensión humana mucho más amplia. Los padres veían cómo los hijos tomaban el relevo generacional y convivían con la nueva prole protegiendo y ayudando en la crianza de los nietos. Eran entornos rurales, donde las dimensiones del hogar no tenían nada que ver con las estrecheces urbanitas. El desarrollo de la industria y la descentralización económica de la familia se encargaron de separar a sus miembros, cortando con demasiada frecuencia los lazos de ese cordón umbilical  doméstico.

Viviendas cada vez más reducidas y distantes con respecto a los parientes, descendencia reducida por los ajustes de los nuevos ritmos de vida, abuelos que pretenden vivir su madurez fuera de cualquier exclavitud para con los hijos y nietos, o padres que aparcan a sus progenitores en residencias que parecen perdidas en el tiempo que se extingue sin visitas.

Hubo un tiempo, aunque también se pueden apreciar todavía excepciones, en el que la convivencia entre ancianos, mayores e hijos era mucho más fluida bajo un mismo techo.

Lee Isaac Chung (‘Lucky Life’, ‘Munyurangabo’), se ha arraigado en el sueño americano como el minari (una planta oriental con gran sabor y similitudes con el berro), al riachuelo de su historia. Sin llegar a ser autobiográfico, su relato es un homenaje a esas familias que lo dejan todo para continuar unidos en el logro del sueño común, sorteando desavenencias y disparidades. Construyen su propia identidad y potencian la cultura en la que se asientan.

‘Minari. Historia de mi familia’ está narrada desde la belleza de sentirse vivo para perseguir los sueños con los que se trabaja los cimientos de una familia. Sus personajes son héroes normales que sobreviven al día a día, tropezando juntos y levantándose animados desde el amor y el cariño.

Es tierna, como el particular universo que nos muestra el pequeño David, interpretado por Alan S. Kim, todo un gran descubrimiento. Y mordaz, como la abuela antagonista, una espléndida y encantadora Yuh-jung Youn (‘Nido de víboras’). Entremedias, un padre con espíritu y decisión, Steven Yeun (‘Burning’), una madre que soporta las dificultades con estoicismo, Yeri Han (‘Niebla’), y la parte equilibrada que aporta la hermana de David, Noel Cho también en su primer papel.

‘Minari. Historia de mi familia’, habla de elegir el lugar apropiado donde plantar las semillas, para que germinen y crezcan en un entorno en el que además tienen mucho que aportar. Habla de la fe o la ausencia de la misma, del latir del corazón enfermizo, y del hogar idílico sobre un remolque con ruedas.

Con un enfoque costumbrista repleto de remedios caseros escondidos en el hatillo de la abuela, es una preciosa historia de gente sencilla para aprender a estar en las duras y en las maduras junto a esta magnífica familia coreana.

Ahora, con el movimiento actual de repoblar la cultura rural perdida, y con estos parajes del “huerto del Edén” y una tierra adorable, puede ser momento de replantearnos unas cuantas cosas, entre ellas la máxima de que juntos seamos menos vulnerables.

Lo mejor: el buen regusto que deja compartir las experiencias y vivencias de estos personajes, y el mensaje de que “todo saldrá bien”, además de que esté dedicada a todas las abuelas

Lo peor: que no se entienda que las cosas suceden tal y como son, sino que se trabajan como demuestra este fabuloso relato universal, para dejarse llevar entre sus bellas imágenes.

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