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‘La violinista’, el miedo a la mediocridad

Karin es una famosa violinista que se ve obligada a dar fin a su carrera profesional debido a un accidente. Sus dedos ya no son lo sensibles que eran antes, pero logra reconducir su vida como profesora de música. En esta nueva etapa, Karin conocerá a un joven estudiante que le hará aflorar múltiples sentimientos y emociones que pensaba tener olvidados. Sin embargo, pronto vendrá el conflicto, ya que ambos son unos apasionados de la música y a la vez, demasiado ambiciosos en sus objetivos profesionales. 

“Todos tenemos dos vidas…” según reza la máxima del conocido pensador Confucio. Tal vez una sea la de la pasión, aquellos placeres que el alma desea en su viaje terrenal. El mundo de las ideas, de la ilusión y del corazón. La otra podría ser entendida como la vitalidad, la energía para cuidar del cuerpo, para aguantar y sobrevivir. Dos maneras complementarias de culminar una existencia equilibrada, justa y digna, que nos mantiene en el delicado filo entre ambas tendencias. El problema surge cuando la pasión se adueña del resto, o la necesidad de supervivencia anula el entusiasmo del espíritu. De ahí que el axioma del célebre filósofo chino concluya con que “… La segunda comienza cuando nos damos cuenta de que solo tenemos una”. Entonces ya es demasiado tarde para enmendar nada.

El actor, guionista y director finés Paavo Westerberg realiza en su primer largometraje con un muy interesante ensayo sobre la vanidad y la ambición. Sobre el aparente conflicto entre el deseo que alimenta el alma, y el caprichoso dolor o el tormento desgarrador que somos capaces de provocar para cubrir nuestros anhelos.

Un fortuito accidente provoca la pérdida de sensibilidad física en una diva del violín. Matleena Kuusniemi interpreta con gran acierto a una gélida Karin. Está decidida a pupilar al joven Antti, encarnado por el músico y actor Olavi Uusivirta. Un juego de alianzas apasionadas que repite el mismo esquema que entre la concertista de cuerda y su fiel protector, el director de orquesta que propone el actor Kim Bodnia.

‘La violinista’ describe un singular mundo de desesperación y profesional. Sin medias tintas, donde lo personal es un mero instrumento para llegar a la élite, a ese Olimpo de la fama donde la profundidad de las notas está por encima incluso de la familia.

Va más allá de la sensualidad musical en la sinuosa silueta de un violín. Es la exclusividad de acariciar el arte y la belleza única de un Stradivarius. Y a la vez el miedo a la mediocridad, la atracción hacia el objeto que hace devaluar la pasión hacia las personas.

Al margen de la afinidad por la obra de Mozart (incluyendo la biografía cinematográfica de Milos Forman), o del mismo Mendelssohn, ‘La violinista’ deja al descubierto la fragilidad de alguna gente desinhibiendo la verdadera personalidad bajo los efectos del alcohol. “Tomar decisiones” en base a una elección sexual, que inciden en los sacrificios de los demás. Meterse en la auténtica boca del lobo para llegar a la falacia de un sueño hecho realidad. Un claro ejemplo de música bajo las olas mágicas que manipulan las ilusiones.

Lo mejor: el corte interesante sobre las emociones y sentimientos de una pasión en conflicto con la indiferencia hacia todo lo demás.

Lo peor: la vanidad y la arrogancia de todo lo que conlleva, recordando tristes episodios de grandes figuras que no han dudado en que el fin justifica los medios para alcanzar el objetivo.

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