Habiendo finalizado su colaboración en la Estatua de la Libertad, el célebre ingeniero Gustave Eiffel está en la cima del mundo. Ahora, el gobierno francés le está presionando para diseñar algo espectacular para la Exposición Universal de París de 1889, pero Eiffel no está interesado. De repente, todo cambia cuando en su camino se cruza una misteriosa mujer de su pasado y el fuego de su pasión prohibida se reaviva, inspirándole a cambiar la imagen de París para siempre.
Desde los orígenes de la historia, la humanidad siempre se ha inspirado en alzar grandes monumentos para perpetuar la memoria de quien los erigió. La mayoría de las veces grandes mandatarios convertían sus deseos en obras faraónicas para que su legado y su recuerdo permanecieran impolutos en la inmortalidad. Pero si bien es cierto que el tiempo en sí, las guerras, los caprichos de la amenazada naturaleza de nuestro planeta, o incluso la ingenuidad de nuestra propia raza como nos han demostrado los ‘Eternals’, pueden dar al traste con tan insignes proyectos. No hace falta salir de París para comprobar lo caprichosa que es el destino con la malograda catedral de Notre Dame. Igual nos deberíamos plantear que ciertas obras de tal calado son más efímeras de lo que pensamos.
En cualquier caso, uno de los reclamos más emblemáticos de la ciudad del amor es su torre, para elevar el espíritu a lo más alto. Concebida con motivo de la Exposición Universal de 1889, su inauguración oficial se produjo el 31 de marzo de dicho año. Y ahora, con motivo de su 132 aniversario (una fecha tan injustificadamente emblemática como cualquier otra), llega a la gran pantalla un simulacro sobre cómo se proyectó de un plano a una fabulosa realidad.
El director francés Martin Bourboulon se pasa de la comedia de sus dos entregas galas de ‘Papá o mamá’ (aquí, que estamos un tanto más retrasados, se estrenará en navidades ese mismo libreto interpretado por actores nacionales como Miren Ibarguren y Paco León), al cine histórico con tonalidades documentales antes de emprender la enésima versión del clásico de Dumas.
Su argumento busca hacer un retrato inspirado en algunos hechos reales sobre su protagonista, quien presta su apellido a la propia torre metálica. Una historia de amor truncada del creador de la misma estructura interna que sujeta la Estatua de la Libertad. Entre sus flashbacks, vamos desgranando la personalidad y los entresijos de este viudo cuya máxima ambición era diseñar la red de metro de París.
El actor Romain Duris (‘Las muñecas rusas’, ‘Los seductores’), aprovecha las profesiones de sus padres (arquitecto e ingeniera) y se mete en la piel de este “mago del hierro”. Sometido a la presión de un amor imposible, que elevó su ambición a 300 metros por encima del suelo francés para representar un símbolo a favor de la supresión de clases. Un papel tan verosímil como eficaz para esta gran producción.
Emma Mackey (la próxima entrega de Poirot en ‘Muerte en el Nilo’), interpreta a la mujer por cuya bravuconada se inspira esta maravilla de Meccano gigante.
‘Eiffel’ es una gran historia de ingeniería narrada como un juego amor, que bascula entre “el no pero sí, al sí pero tampoco”. Una romántica producción de altas miras que destaca por su buena factura y su desarrollo muy interesante en cuanto a bocetos, diseños y otras curiosidades que han marcado la modernidad francesa. Está bien ambientada, y representa magníficamente la expresión de “un hombre con una idea más grande que él mismo”. Una buena opción para disfrutarla por un precio mucho más asequible que la entrada a dicha instalación.
Lo mejor: la puesta en escena, y la credibilidad de sus imágenes.
Lo peor: que la historia de amor diste mucho de estar a la altura de la gran torre y su final de poca altura.
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