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‘Moonfall’: el contundente auto-zasca de Roland Emmerich

Una fuerza misteriosa golpea a la Luna fuera de su órbita y la envía directamente contra la Tierra a toda velocidad. Unas semanas antes del impacto, y con el mundo al borde de la aniquilación, la ejecutiva de la NASA y ex astronauta Jo Fowler (Halle Berry) está convencida de tener la clave para salvar nuestro planeta. Pero solo el astronauta Brian Harper (Patrick Wilson) y el teórico conspiranoico KC Houseman (John Bradley) la creen. Estos héroes organizarán una misión espacial imposible, dejando atrás a todos sus seres queridos, para aterrizar en la superficie lunar e intentar salvar a la humanidad, enfrentándose a un misterio de proporciones cósmicas.

«El problema es que Marvel, DC y Star Wars se han apoderado de todo. Están arruinando nuestra industria poco a poco, porque ya nadie hace cosas originales»- Roland Emmerich

La mayoría estamos familiarizados con el término coloquial ‘¡zasca!’, que no es otra cosa que la réplica demoledora de alguien a las, casi siempre, tonterías infundadas o poco meditadas de otro. 

Quizás Roland Emmerich, el destructor canónico dentro y fuera de Hollywood no tiene ni idea del término, porque ‘Moonfall’ es uno de sus mayores y más divertidos autozascas de los últimos tiempos. 

El director de las notables ‘Stargate’ y ‘Soldado Universal’ (sus dos mejores y menos Rolandianas obras), ha parido durante décadas películas para consumo del gran público donde, una y otra vez, repite los mismos patrones, personajes y situaciones.

Cualquier espectador seguidor de su filmografía mínimamente avispado sabe, perfectamente, qué es lo que va a ver cuando se acerca a una de catástrofes del cineasta alemán. 

‘Moonfall’ divierte como aventura descerebrada, apoyada sobre todo por el carisma inagotable de Patrick Wilson (que sale airoso de cualquier fregao donde le metas) yJohn Bradley (el inolvidable Samwell Tarly de Juego de Tronos), unos efectos decentes (con especial atención a la espectacular Superestructura y la siempre agradecida en terrenos de ciencia-ficción Esfera postulada por el físico Freeman Dyson) y las reglas del cortapega del catastrofista Emmerich, donde siempre, siempre, nos encontraremos lo siguiente: 

  • Un héroe carismático y atribulado incapaz, al parecer, de buscarse un trabajo decente tras un despido/situación fastidiada, y en permanente redención tras haber perdido a alguien/algo/porque sí. 
  • Relaciones familiares de todo tipo, normalmente caracterizadas por el padre/madre ausentes, los líos de papi/mami no me quieren, el divorcio comodín con nuevo novio gilipollas o buenazo y los diálogos de telefilm de sobremesa.
  • Un friki (alcohólico o no), que salva los muebles de la humanidad.
  • Otros muchos frikis (malentendidos y siempre peyorativos) de todo pelaje.  
  • Militares magníficos, o más tontos que un lápiz
  • Multiculturalidad en plan anuncio de Benetton. 
  • Coches, aviones y demás huyendo, mientras son perseguidos por algo chungo.
  • Cómo no, monumentos mundiales mordiendo el polvo y la Tierra, en general, hecha un Cristo. 
  • Mascotas cuquis a las que salvar y admirar con los ojos que se te quedan durante un vídeo de gatitos. Y si no hay mascotas, peques monísimos.     

Lo que ha demostrado ampliamente Roland Emmerich, además de conservar su pulso para liarla parda a nivel cósmico y la depuración de su oficio (aunque haga siempre lo mismo, conoce bien su rollo), es su incapacidad de innovar más allá de los avances tecnológicos y la mera adaptación de sus cintas al contexto social y político que toque en ese momento

‘Moonfall’, es el autozasca cósmico de un director que debería respetar el trabajo de los demás, reconocerse a sí mismo y su filmografía y, mientras le responda la taquilla o desde Asia le den paletadas de millones, seguir pariendo ejemplos fílmicos de ‘en boca cerrada, no entran moscas’. 

Lo mejor: los fundamentos de ciencia-ficción alrededor de la Superestructura y la Esfera de Dyson. 

Lo peor: es igual que todas.

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