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‘Madre’, instinto vital

Elena recibe una llamada de Iván, su hijo de seis años, quien le dice que está perdido en una playa en Francia y que no encuentra a su padre. Esas palabras desesperadas de su hijo fueron lo último que supo de él. Diez años más tarde, Elena vive en la misma playa donde desapareció su hijo, trabaja de encargada en un restaurante y está empezando a salir de ese oscuro túnel donde lleva anclada tanto tiempo.

No es de sorprender la condensación de magníficos títulos del cine español para el último tramo del año, ‘Trinchera infinita’, ‘Adiós’, ‘Legado en los huesos’… y esta ‘Madre’. Películas que destacan por presentar cierta calidad por encima de la media anual y que, al igual que sucede en el mercado internacional, parecen buscar un mayor rendimiento en la taquilla y el consiguiente prestigio para llegar más cercanas en el tiempo a los certámenes correspondientes como pueden ser los premios académicos y otros festivales.

Gracias a los galardones cosechados, cortometrajes como el documental ‘The Fourth Kingdom’ (2018) o el de ficción ‘Madre’ (2017), han visto expandida su existencia con una reconversión a largometraje. En el primer caso incorporando gran parte del material elaborado y no utilizado, y en el segundo incluyendo el propio corto al hilo narrativo de la nueva película.

Premiado con el Goya y nominado al Oscar en la categoría de mejor cortometraje de ficción, Rodrigo Sorogoyen aprovecha ‘Madre’ para integrarlo dos años después en su filme homónimo y así describir el natural hilo argumental sobre la vida de su protagonista. El mismo director junto a su habitual coguionista Isabel Peña (responsables de ‘El reino’, ‘Que Dios nos perdone’, ‘Stockholm’), han querido acompañar la andadura de esta escalofriante y sorprendente historia de intriga tras una década de ausencia.

El resultado es impecable. Sus primeros compases (los del corto), siguen siendo tan angustiosos como aquel ‘The Guilty’. Una llamada telefónica y mil registros interpretativos en un formidable plano secuencia de un cuarto de hora. Elena, espléndida Marta Nieto que ha interiorizado el dolor, se refugia en una vida tranquila a orillas del mismo mar en que escuchó por última vez la voz de su hijo. En esa soledad, el drama ha mutado en expectación cuando en esa costa francesa conoce al joven Jean (un enigmático Jules Porier), quien revive en ella ese instinto vital aletargado de ser madre. 

Sorogoyen juega una vez más con la intriga que genera en el espectador no saber adónde te quiere llevar. De la tensión inicial a la calma. De la belleza de los mismos parajes y de sus dos protagonistas al suspense. Del llanto invisible a perseguir la esperanza de vivir.

Además de la fabulosa conexión entre sus dos principales protagonistas y geniales interpretaciones también por parte del resto del equipo, la película desarrolla interesantes planos generales con un tempo calmo y preciso, destacando el buen manejo de la cámara y excelentes encuadres para perfilar la personalidad de los personajes.

‘Madre’ es una película con la que conectas a base de la constancia del batir de las olas del mar como la imparable continuidad de la vida misma. Una obsesión inconclusa, un diálogo sin palabras en el que el contacto con la piel lo dice todo, pero te engaña.  Es ese “lugar especial” de locuras de jóvenes hechas por mayores y viceversa. Un shock silencioso capaz de abatir y confundir. Una propuesta de la que se ha hablado y premiado antes y sin lugar a dudas volverá a hacerlo después.

Lo mejor: esa incomprendida y especial relación entre el joven y “la loca de la playa”.

Lo peor: la falta de entendimiento que pudiera generar en el espectador, pero es que la vida misma puede carecer de sentido y de razón.

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