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‘La Sra. Lowry e hijo’, encerrados en un cuadro

L.S. Lowry fue una de las figuras artísticas más importantes del Reino Unido de mediados del siglo 20. Lowry era un pintor famoso por su visión única del noroeste industrial de Inglaterra. La película nos muestra la complicada relación que mantiene con su madre, una mujer empeñada en criticar cualquiera de los gustos de su hijo.

Hay veces en las que el cine se nutre de truculentas historias familiares donde una madre posesiva, con carácter y capaz del todo por el todo, hace enfermar a su retoño con tal de no separarse nunca de su lado. Lo malo, para ella, es que el tiempo pasa, y aunque ha lidiado asumiendo la figura masculina paterna y la suya propia como única cabeza de cartel, la criatura crece hasta encontrar las oportunas respuestas y particulares deseos para disfrutar de su misma voluntad.

Viendo ‘La Sra. Lowry e hijo’ no es del todo descabellado que en cualquier momento aparezca Norman Bates en la pantalla para aconsejar al iluso y acomplejado pintor. Decirle cuatro cosas sobre cómo ha de obrar ante semejante violencia psicológica maternal perpetuada durante tantos años, en lo que podría suponer un cierto alivio al tal Lowry júnior. Pero claro, una madre es una madre, por muy arpía que esta sea incluso para su hijo.

Adrian Noble es un aclamado director teatral muy empapado de los modos y maneras de la ilustrísima Royal Shakespeare Company. En su faceta cinematográfica ha adaptado ‘La importancia de llamarse Ernesto’ de Oscar Wilde, y ‘Un sueño de una noche de verano’ de la máxima figura de las letras inglesas. ‘La Sra. Lowry e hijo’ es mucho más modesta, que las citadas, en su campo de miras, y supone la adaptación de la obra y del docudrama radiofónico de la BBC 4 por el mismo autor y guionista Martyn Hesford. Tal vez que este hubiera nacido en Salford, Manchester, y que sea el lugar donde el famoso pintor retrató con inocente elocuencia sus paisajes industriales inundados por personas ausentes, fue la chispa que materializó la teatralidad de esta película.

Las caracterizaciones de sus dos valores seguros siempre merecen la pena. Timothy Spall (‘The Party’, ‘El viaje’), vuelve a coger lienzo y pinturas como ya hizo en ‘Mr. Turner’, para dar vida a un hijo dependiente de su querida madre, a quien solo le procura atenciones, dulzura y arte, mientras asume los embistes de la anciana postrada que todo lo critica. 

Vanessa Redgrave (‘Regreso a Howards End’, ‘Foxcatcher’), es el contrapunto de una madre tan sagaz y suspicaz como posesiva y rebosante de crueldad ante la única pasión que inspira en la vida de su abnegado hijo.

Dos grandes interpretaciones que sustentan la justificación de un guión interesante que no termina de rellenar los huecos sobre la biografía y técnicas del pintor original.

Ambos Lowry mantienen una inestable relación de alcoba -el drama está servido en una angosta estancia en la que se relacionan, comen y toman el té mientras discuten de sus cosas con inusitada vehemencia para la edad de la dama-. Frases lapidarias como “no necesitamos un crítico para que nos diga lo que nos gusta” o “tu vida es mi vida”, son combatidas desde el otro ángulo de la ventana con los deseos del hijo: “pinto lo que veo, pinto lo que siento” como “pura expresión del sentimiento”.

El valor principal de ‘La Sra. Lowry e hijo’ es precisamente eso, describir una relación un tanto tormentosa intentando buscar los colores detrás de un blanco enrevesado.

Lo mejor: los protagonistas, su dualidad, y apreciar hasta qué punto crítico son capaces de llegar; y también la apaciguadora banda sonora de Craig Armstrong.

Lo peor: que su trama no indague más en otros aspectos de una biografía que deja demasiado en el aire.

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