Drama basado en hechos reales sobre la disputa judicial que mantuvo a finales de los 90 un humilde granjero, Percy Schmeiser, con la multinacional agroquímica Monsanto, que le acusó de usar sin licencia su tecnología patentada.
A estas alturas, son miles los ejemplos de cuánto le gustan al público estadounidense los dramas basados en hechos reales. Desde maravillas como ‘Erin Brockovich’, a soporíferas películas de sobremesa.
A medio camino se encuentra ‘Percy’, la enésima gesta de David (el granjero Percy), contra Goliath (la desalmada agroquímica Monsanto), que no tiene absolutamente nada novedoso y se sostiene, principalmente, por la excelencia de su reparto.
Con el carismático y siempre brillante Christopher Walken a la cabeza, la cinta de Clark Johnson presume de buenos actores, y actuaciones.
A Walken le secundan, entre otros, Christina Ricci (que durante años ha hecho enormes películas, muy poco publicitadas, y tiene una carrera envidiable para la mayoría), Adam Beach y el inolvidable protagonista de ‘Scrubs’, Zach Braff, todo un icono del cine indie en lo que va de siglo.
Por lo demás, ‘Percy’ saca de nuevo los colores a las multinacionales, esos depredadores con piel de cordero, legiones de abogados y escasos escrúpulos, que a la menor oportunidad te quitan (o lo intentan), todo lo que tienes (desde la salud al patrimonio), en un país donde las demandas (y demandar) por todo está a la orden del día.
Con otro reparto, no pasaría de cinta televisiva que pasara sin pena ni gloria.
Pero el granjero al que da vida Walken es magnético desde que irrumpe en pantalla, y nos mantiene atentos durante las dos horas de metraje hasta el previsible final y, cómo no, los créditos explicativos de qué pasó después, obligados en este tipo de cine.
No pasará a la historia del Séptimo Arte, ni siquiera a la historia de los dramas basados en hechos reales.
Pero sí entrega un reparto de lujo que saca oro de la propuesta y, solo por eso, merece la pena cada minuto.
Lo mejor: el reparto, y saber que aún hay batallas que los pequeños podemos ganar.
Lo peor: es demasiado convencional en todo lo demás, como para perdurar en la memoria.