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‘Nunca, casi nunca, a veces, siempre’, normalidad en un mundo anormal

Retrato íntimo de dos adolescentes en la zona rural de Pensilvania. Enfrentada a un embarazo no deseado y sin ningún apoyo familiar ni gubernamental, Autumn y su prima Skylar deciden embarcarse en un valiente e inquietante viaje a través de las fronteras estatales hasta la gran ciudad de Nueva York.

En esta ardua travesía que supera con creces los seis primeros meses de andanzas en una “nueva normalidad” tremendamente extraña, desbocada e incluso irracional en todos los sentidos a los que nos podamos agarrar, se producen esfuerzos casi titánicos para que el público regrese a las salas. Tantos y tantos sueños han quedado atrapados en sus pantallas a expensas de este difícil ciclo de parálisis mundial. Y ahora la industria, entiéndase tanto del entretenimiento como del séptimo arte, busca encarecidamente que volvamos a ocupar los asientos para devolver parte de la felicidad robada con plenas garantías. Algo que está haciendo pero no consiguiendo con facilidad. A pesar de los esfuerzos, es muy grato encontrar películas de estreno que ayuden a soñar con una nueva realidad.

Tal es el caso de ‘Nunca, casi nunca, a veces, siempre’. Aunque su drama induzca más a desear un cambio tanto radical como funcional en todo el ámbito cultural. En su tercer trabajo, la directora y guionista Eliza Hittman (‘It Felt Like Love’, ‘Beach Rats’), pone en entredicho las enormes contradicciones de cualquier estamento ante la farragosa mirada de los jóvenes. Aquí adopta el punto de vista de una adolescente en un entorno carente de ficción, enmarcado por una absoluta y aparente realidad, en donde la anormalidad no debería tener cabida en un mundo normal. La anormalidad no debería ser que una persona pueda decidir por sí misma, tener su propia seguridad y desarrollarse en un ambiente apacible. Y mucho menos que lo común o habitual sea convivir con depredadores domésticos, laborales o de cualquier índole social.

Con ese toque independiente necesario para realizar este trabajo, las productoras Focus y BBC han apoyado esta sutil, clara y directa historia de amistad, rodeada de problemas personales y familiares, en la dura etapa de la adolescencia. Para ello se han valido de dos jóvenes promesas que tienen un protagonismo muy bien nivelado. Por un lado, Autumn (interpretada por Sidney Flanigan con cierto aire que recuerda a papeles de una incipiente Saoirse Ronan), sufre la falta de atención e incluso el desprecio de las gentes más cercanas que eluden cualquier responsabilidad. Por el otro, Skylar (Talia Ryder, a quien veremos en la nueva versión de ‘West Side Story’), su abnegada prima, le ofrece todo su apoyo incondicional y amistad en este particular periplo de clínica en clínica hasta desembocar en una versión insípida y anónima de la ciudad de Nueva York. Ambas desarrollan sus actuaciones desde un punto de vista muy descriptivo, entre silencios, y dejando entrever cierta frialdad naturalista muy apropiada para sus interpretaciones.

Eliza Hittman no rebusca en la acción ni en la psicología de sus personajes. Se limita a describir cómo se desenvuelven según sus propias necesidades. Evita el excesivo afecto para dar prioridad a esbozar una problemática que va más allá de las creencias, de los valores, de la ética y de la responsabilidad, poniendo en tela de juicio un sistema que no protege ni da cobertura a un numerosos grupo de miembros vulnerables. Y ahí radica su gran aportación.

‘Nunca, casi nunca, a veces, siempre’ es la descripción de un relato tan aséptico y duro, como necesario, para una generación perdida y rodeada de depredadores sociales, que mantiene un rayo de esperanza en quienes enarbolan los valores de la amistad y del cariño entre tanta incomprensión. Imprescindible para intentar entender en qué mundo vivimos. Es como su propio cuestionario sobre si nos parece común “nunca, casi nunca, a veces, siempre”.

Lo mejor: que su descripción involucra por sí misma, sin necesidad de aleccionar.

Lo peor: lo dicho, que se den por normalizadas situaciones que se salen de sí hacia un universo tan anormal como enrarecido con el cual nos toca convivir.

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