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‘Una segunda oportunidad’, la oscuridad que venía de dentro

'Una segunda oportunidad'Los amigos Andreas (Nikolaj Coster-Waldau) y Simon (Ulrich Thomsen) son dos policías que viven de forma muy diferente. Andreas es feliz con su mujer y su hijo; Simon acaba de divorciarse y se emborracha a menudo. Todo cambiará cuando intervienen en la pelea de una joven pareja de yonquis y descubren a un bebé en un armario. Andreas, el hombre estable, obligado a enfrentarse a su impotencia, empieza a perder su idea de la justicia.

El cine nórdico siempre adolece de cierta tendencia a justificar a sus personajes a través de lo desolado del paisaje y lo inhóspito del clima. Como si la locura interna de los protagonistas fuera el resultado de una especie de determinismo exterior que lo explica todo. Hay que agradecer, en ese sentido, que ‘Una segunda oportunidad’ limite los planos paisajísticos a lo justo y necesario. La película de Susanne Bier (‘En un mundo mejor’) va por otros derroteros. Aquí está claro que la oscuridad no viene del clima sino del interior de unos personajes bien dibujados que constituyen lo mejor de la película.

Dicho sea de antemano, el argumento de ‘Una segunda oportunidad’, giros de guión incluídos, es más propio de un telefilm melodramático que de una de las novelas escandinavas tan de moda últimamente. El guión peca en exceso de efectista y, hasta cierto punto, de cierta previsibilidad.

Sin embargo, el film tiene una serie de bazas a su favor. El primero de ellos, como ya se ha comentado, es el buen dibujo de los personajes, sobre todo el terceto protagonista. A pesar de un argumento que se prestaría a ello, nos encontramos a unos personajes carentes de clichés y llenos de aristas. Bier va dosificando con buen pulso lo que vamos conociendo de ellos, convirtiendo el ritmo pausado alterado por súbitos arranques de locura en su mejor recurso. Cabe destacar, especialmente, el juego especular al que se prestan Nikolaj Coster-Waldau y Ulrich Thomsen, ambos brillantes ejemplos de cómo se plasma el arco de un personaje. Mención de honor merece el actor de Juego de Tronos que, aunque no lo parezca, se hace con el personaje más desagradecido del film.

El otro gran acierto de la propuesta es el sabio planteamiento moral que nos plantea. En una situación que nos puede retrotraer a la brillante ‘Adios pequeña adios’, los personajes de Bier se nos presentan sin brújula ética, sin la más remota idea de dónde acaba el mal y empieza el bien. Esa duda, que se nos presenta asépticamente y sin maniqueísmos, es el gran puntal de la película. El resultado global sería mucho mejor si el film se hubiera guido por completo desde este punto de vista.

No obstante, merece la pena ver ‘Una segunda oportunidad’ gracias al buen desempeño de sus actores y a unos personajes tan ilógicos, erráticos y ambigüos que parecen de verdad.

Lo mejor: El desarrollo de los personajes.
Lo peor: Los giros de guión telefílmicos.

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