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‘Tres anuncios en las afueras’: por fin, el mejor McDonagh

Póster de 'Tres anuncios en las afueras'

Después de meses sin que aparezca el culpable de la muerte de su hija, Mildred Hayes da un paso valiente al pintar tres señales que conducen a su pueblo con un polémico mensaje dirigido a William Willoughby, el venerado jefe de policía del pueblo. Cuando su segundo al mando, Dixon, un inmaduro niño de mamá aficionado a la violencia, entra en acción, la guerra entre Mildred y las fuerzas policiales de Ebbing no hace más que empeorar.

Al director de ‘Escondidos en Brujas’ , Martin McDonagh, le faltaba en su filmografía una película redonda, que limara las aristas de sus anteriores trabajos, puliendo todo ese talento en bruto sobradamente demostrado.

Pues bien, la espera ha terminado ya que ‘Tres anuncios en las afueras’, es su mejor trabajo hasta la fecha.

Una cinta que bien podrían haber firmado los hermanos Coen, magistralmente escrita y dirigida, encumbrada por un reparto en estado de gracia.

La inmensa, poderosa, carismática, rebelde y temible Frances McDormand, el siempre en su sitio Woody Harrelson y el genial Sam Rockwell se ganan los galones, inmersos en una historia desgarradora, de tenebrosa y sarcástica comicidad, ideal para que el libreto (también de McDonagh) se desarrolle, destapando diálogos brillantes e inspirados.

Líneas que son como puñales directos a nuestro interior, afilados, certeros, llenos de crítica a una sociedad dañada llena de humanos también (y peligrosamente) dañados, que encontrarán cierta redención sumergidos en la marea de los acontecimientos.

El excelente trabajo visual, las pequeñas (pero desbordantes) dosis de humor alocado tan cercano al slapstick, la implacable violencia de un western detonado a partir de tres desgarradores anuncios en las afueras, hacen el resto, componiendo un lienzo maravilloso donde todos y cada uno de los maltratados personajes en el dibujados (y las desventuras que padecen) conectarán con el espectador.

No hay nada más importante en una película que atrapar a la audiencia y trascender.

Más allá de su impecable factura, detrás de las cámaras McDonagh consigue, por fin, conjugar sin apenas fisuras todos los elementos distintivos de su cine en un largo de obligado visionado, que atesoraremos mucho después del fundido en negro.

Lo mejor: el excelente trabajo del elenco protagonista, la calidad del libreto y su gran acabado visual.

Lo peor: el final.

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