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‘Johnny English: De nuevo en acción’: los años pasan, my dear

Crítica de Johnny English: De nuevo en acción destacada

Crítica de Johnny English: De nuevo en acción

Cuando un ciberataque revela la identidad de todos los agentes secretos en activo de Reino Unido, Johnny English se convierte en la única esperanza del servicio secreto. Para para encontrar al hacker, esto fuerza su regreso después de retirarse, pero como sus habilidades son bastante limitadas English tendrá que esforzarse para superar los desafíos tecnológicos de la era moderna.

El mayor aliciente por el que siempre valdrá la pena acercarse a las andanzas de este patoso agente secreto es la figura del genial Rowan Atkinson.

Los años pasan, sin duda, pero el fabuloso cómico sigue encandilando con sus alardes gestuales, su histrionismo y su singular físico. La tercera entrega de Johnny English tiene unos cuantos gags (casi siempre motivados por la incursión, cual elefante en cacharrería, de un hombre analógico en un mundo digital) decididamente tronchantes, con los que partirnos de risa bien a gusto en la butaca.

No hay, por supuesto, nada nuevo bajo el sol: el guionista Robert Wade (habitual de la saga Bond junto a Neal Purvis, creador de Johnny English) sigue parodiando sin freno el género de espías, rizando el rizo de lo imposible y metiendo a English en un fregado que pone al mundo, una vez más, en peligro.

En esta ocasión, el vetusto agente regresa a la acción para vérselas con un Hacker sin escrúpulos y, por extensión, la tecnología moderna que nos tiene a todos esclavizados (de Internet, de los dispositivos móviles, de las redes sociales…de esa anestésica vida irreal que, muchas veces, hace que olvidemos la real) y apenas a unos cuantos clicks de volver a la edad de piedra si Internet, y todo lo que conlleva, se va al carajo.

English es un pez fuera del agua. Un nostálgico de tiempos pasados, cien por cien British y extremadamente chapado a la antigua. Un adorable mentecato al que nadie en su sano juicio ve venir, porque todo lo que hace es tan impredecible que detona cualquier algoritmo.

Vamos, el sujeto ideal para frenar una conspiración global de rebote, sin quererlo, con la inestimable ayuda de su fiel y abnegado compinche (el estupendo Ben Miller), la espía de turno (Olga Kurylenko) y, cómo no, el político imbécil de necesidad (Emma Thompson), que nos sonará tan familiar como la vida misma.

Se olvida nada más verla pero, mientras dura el viaje… la risa está asegurada.

Lo mejor: Rowan Atkinson. Quien tiene, retiene.

Lo peor: casi todo lo hemos visto antes.

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