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‘Leviatán’: el fin del mundo en la subjetividad de cada uno

Póster de 'Leviatán'.

Póster de 'Leviatán'.

Koyla vive con su esposa Lilya y su hijo Roma en las afueras de Moscú. A pesar de las apariencias, la familia tiene un gran conflicto latente: Vadim Cheleviat, el alcalde de la cuidad, pretende quitarles su negocio y embargarles la casa. Un abogado, viejo amigo de Koyla, acudirá en su ayuda. La guerra de intereses se dispara y nadie dará su brazo a torcer. Desde la llegada del abogado de Moscú, la situación de todos los personajes comienza da un giro. Todos ellos tienen miedos al cambio y viven del pasado y de su egocentrismo. Esto es lo que, a su vez, les mantiene encadenados. Es la causa del Apocalipsis y la fábula del Leviatán va cobrando forma a medida los conflictos se agravan.

Andrey Zvyagintsev relata en ‘Leviatán’ la historia de una familia situada en una Rusia actual, congelada y atemporal, relacionándola así con la leyenda judeo-cristiana del Leviatán (Leviathan).

El cuarto largometraje de Zvyagintsev trata de desarrollar el tema del origen del mal y cuál es el límite del ser humano en términos de corrupción. La pregunta es si lo consigue, y la respuesta es que sí. De hecho la metáfora del Leviatán es lo que unifica el tema de una forma magistral.

A pesar de todo, el guión es incluso mejor que la película. Los personajes son coherentes y las acciones del drama fluyen.

De todas formas, en ocasiones, las escenas son demasiado largas. Se podrían haber ahorrado bastantes líneas en las dos escenas del juicio, aunque me da la impresión de que todo era un puro deseo del director. Estas dos escenas están desarrolladas sin cortes, con el juez leyendo interminables cláusulas y la cámara abriendo plano y manteniéndonos en la habitación al estilo Nouvelle Vague.

Estos clichés se pueden seguir haciendo, aunque siempre hay que aportar algo nuevo y tener el detalle de acortar lo que no funciona, algo que no ha ocurrido en este caso.
 
Por otra parte, la interpretación es lo mejor, sin ninguna duda, de esta ópera rusa. Todos son actores de método realistas, orgánicos y costumbristas que, realmente, encarnan a los personajes y nos hacen empatizar con todos ellos.

Desde el punto de vista de la fotografía, la composición no tiene nada de especial. Es decente y profesional. No obstante, el director abusa demasiado de la ‘cámara al hombro’ y de ‘planos subjetivos’. De la misma manera, son criticables algunas elecciones de estilo en y varios planos interminables que nos muestran, de nuevo, un sentimiento que ya hemos captado en escenas anteriores.

Lo mejor: el principio y el final. La interpretación y el tema. Algunas bromillas y mucho vodka.

Lo peor: los planos interminables que no transmiten tanto como el director pretende. El exceso de pretenciosidad sin marca propia.

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