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‘La última bandera’, ¿para qué se montó aquello?

Año 2003. El ex médico de la Marina Larry “Doc” Shepherd reúne a sus dos mejores amigos para llevar a cabo una última misión: enterrar a su hijo, fallecido en la Guerra de Irak, cerca de su hogar. Doc se niega a que el cuerpo de su hijo sea llevado al cementerio militar de Arlington, y con la ayuda de Sal y Mueller trasladará el féretro en un viaje donde los tres recordarán, 30 años después de haber servido juntos en Vietnam, cómo la participación en la guerra ha afectado a sus vidas.

¿Qué puede haber para que tres décadas después tres viejos conocidos retomen de nuevo su amistad con tan singulares personalidades como la vida les ha ido forjando?

Sin lugar a dudas, una de las herramientas más admirable de la humanidad en los últimos treinta años ha sido internet. Centrando la atención en las bondades de la red, puede servir como excelente excusa para contactar con antiguos compañeros de batallas que con los años han continuado por senderos distantes. Bajo el pretexto de la soledad nos aferramos a tiempos pasados para sobrellevar mejor el dolor, y en ocasiones encontramos mucho más de cuanto buscamos, como recuperar la auténtica amistad.

‘La última bandera’ es la continuación de la novela de Darryl Ponicsan ‘El último deber’ (dirigida en 1973 por Hal Ashby), en la que aquí modifica su escritura para tratarla independientemente de la anterior bajo las manos de Richard Linklater. La estructura es muy similar, las andanzas de tres veteranos marinos de la guerra de Vietnam, pero ahora en el escenario social de la guerra de Irak.

Ambos, el director Linklater (‘Todos queremos algo’, ‘Boyhood’, ‘Antes del amanecer’), y el novelista Ponicsan, guionizan el sentimiento de la amistad, para realizar una magnífica “rail-movie”, interpretada con la genialidad de sus tres grandes protagonistas.

El principal peso de la película recae sobre una divertida y soberbia actuación de Bryan Cranston (la teleserie ‘Breaking Bad’, ‘Trumbo: La lista negra de Hollywood’, ‘Argo’). Es el despreocupado propietario de un bar sin clientela que aprovecha el viaje para desatarse en una generosa amistad.

Más retraído es el rol de Steve Carrell (‘La batalla de los sexos’, ‘Foxcatcher’, ‘El camino de vuelta’’), quien inmerso en una nostálgica soledad decide pedir ayuda en el momento crítico de enterrar a su hijo a personas con quienes no mantenía relación desde mucho tiempo atrás.

El tercero en discordia, Laurence Fishburne (saga ‘Matrix’, ‘Tina’, ‘Asalto al distrito 13’), es ahora un pastor baptista que cuida de su rebaño de feligreses tras un pasado beligerante y alcohólico.

Los tres sobresalen por la naturalidad de sus interpretaciones con unos personajes supervivientes redimidos de las mentiras políticas que justifican más que una absurda acción militar.

‘La última bandera’ desmonta con un solemne argumento el falso patriotismo político en base a unos intereses muy por debajo de cualquier bandera, y lo cambia por el verdadero sentir de unos veteranos que tan solo pretenden dar el descanso final a un hijo sin mentiras, sino con el auténtico honor de haber servido a sus compañeros y a su país.

Primero ridiculiza los mismos y grandes errores de Vietnam y de Irak sufridos por las diferentes generaciones. Para ensalzar a continuación los auténticos valores patrióticos, esos que a veces se esconden en lo más profundo del corazón.

Linklater realiza, en su línea acostumbrada, una magnifica road-movie que muta de medio de transporte a rail-movie a golpe de filosofía de barra de bar. Critica a los gobiernos que no defienden y protegen debidamente a sus ciudadanos tras el regreso de la línea de batalla, pero también habla del ejército como una raza, con honor y con humanidad, hasta el punto de tener remordimientos y sentimiento de culpabilidad.

Los tres protagonistas tienen sus penas. Uno tiene a Dios, otro al alcohol, y otro ya purgó con su condena. Pero en este viaje juntos, apuestan por la verdad y honestidad frente a las mentiras institucionales. Son muy buenos los diálogos e incluso monólogos del velatorio del tren y, curiosamente a pesar de ser un tanto reciente, podemos apreciar los inicios de la telefonía móvil como uso popular con cierta curiosidad.

‘La última bandera’ además de pedir explicaciones a Dios sobre dónde estaba cada vez que la humanidad se aniquilaba, lanza el gran interrogante de para qué se montó todo aquello. E invita a hacer lo correcto en lo referente al auténtico sentimiento patriótico.

Lo mejor: Bryan Cranston y la broma de la llamada telefónica de Dios.

Lo peor: que la respuesta al “para qué se montó aquello” siga y seguirá latente cada vez que los caprichosos intereses de un gobierno decidan poner en juego la vida de sus conciudadanos.

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