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‘Anton, su amigo y la Revolución Rusa’: rebaños de odio

‘Anton, su amigo y la Revolución Rusa» sigue la historia inspirada en hechos reales de dos niños, uno cristiano y otro judío, cuya amistad logra sobrevivir por encima de los prejuicios, el odio y el paso del tiempo. Unos niños a los que les tocó vivir los convulsos acontecimientos de la Revolución Rusa y las atrocidades de la Primera Guerra Mundial.

Nunca (recalco, nunca) sobrarán las películas que nos recuerden las diversas atrocidades de las que los seres humanos somos capaces. La última creación del cineasta Zaza Urushadze nos cuenta una triste historia desde la perspectiva de dos niños alemanes, uno cristiano y otro judío, que conviven en respeto y paz junto con sus familias en un pequeño pueblo ucraniano, poco después del fin de la Primera Guerra Mundial y la Revolución Rusa, hasta que el odio y la venganza del rebaño, llegan para perturbar sus azarosas pero felices vidas

‘Anton’ adopta desde el principio una perspectiva más amable que otros filmes similares, en la línea de la inolvidable ‘La vida es bella’. Sin embargo, no por ello pierde, como la citada, ni un ápice de significado y denuncia. 

Los juegos infantiles de Anton y Yasha, su inmutable amistad y la innata (y aún no pervertida) capacidad de los más pequeños de ver la vida con otros ojos, se contraponen a la perfección con los crudos acontecimientos que suceden en el pueblo, donde la horda de humanos llenos de odio, rencor y fascinación hacia un líder corrupto que solo busca su propio beneficio (la historia ya ha juzgado, para cualquiera que quiera informarse sin prejuicios, los actos del revolucionario bolchevique León Trotsky), siembran el caos alentados por los ‘valores’ de cantamañanas con pies de barro.

‘Anton’ se beneficia de su impecable factura, portentosa fotografía y una banda sonora que engrandece cada bucólico paisaje. La amistad sin adulterar, sin prejuicios vacíos de contenido (como son la mayoría de ellos), trasciende los golpes de la historia, por muy duros que sean, y enseña lecciones vitales que nunca deberíamos olvidar. 

Más allá de donde hayamos nacido y cómo nos hayamos criado, en la esencia misma de cada persona, todo está por escribir. El bien y el mal solo son dos caminos;  demasiados monstruos pasados, presentes (demasiado presentes) y futuros recorren el segundo por elección, no por triste obligación. 

Lo mejor de aprender de la historia es no repetir los mismos errores. 

Para la mayoría de la gente que no vive y respira odio (y sobre todo, para los que lo hacen, aunque su ceguera personal no les permita conceder siquiera el beneficio de la duda), ‘Anton, su amigo y la Revolución Rusa’ es una película imprescindible. 

Lo mejor: el siempre vigente mensaje y la impecable factura. 

Lo peor: aislados problemas de ritmo que adormecen parte del metraje. 

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