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‘Todas las lunas’, siempre es demasiado tiempo

Durante los estertores de la última guerra carlista, una niña es rescatada de un orfanato por una misteriosa mujer que habita en lo profundo del bosque. Malherida, y sintiendo estar al borde de la muerte, la pequeña creerá ver en ella a un ángel que ha venido a buscarla para llevársela al Cielo… No tardará en descubrir que este extraño ser le ha dado la vida eterna, obligándola a vivir en la oscuridad de la noche, juntas, para ‘siempre’. 

La tradición oral vasca está repleta de preciosas fábulas que, como todas, tienen que ser narradas a su debido tiempo. Con sus pausas, sus emociones, sus lugares y sus protagonistas quienes nos transfieren los auténticos valores de la vida. Pueblos lejanos, páramos fabulosos, crueles guerras, sirven de escenarios para dejar volar la fantasía de quienes escuchan al calor de una hoguera, o en la intimidad familiar de lo que nos cuentan nuestros mayores.

En el segundo largometraje de Igor Legarreta (‘Cuando dejes de quererme’), la cocción es a fuego lento, sosegada, tranquila. Verbalizando todas las palabras hasta que se representan las imágenes. Y las imágenes transmiten su mensaje. Con un puñado de personajes es capaz de sazonar la sabiduría, darle aroma atractivo, y endulzar ese poso amargo que nos deja lo fabuloso, lo fantástico y lo terrorífico, hasta haber engullido la verdad de la vida.

‘Ilargi Guztiak’, su título original en euskera, no llega a ser un terror romántico, sino una historia pseudo-onírica de relatos ancestrales en los que una niña huérfana encuentra el verdadero amor en un beso envenenado.

Dice que tras la oscuridad, llegaron las primeras luces, y tras ellas el miedo. Bellísima y dura manera de referirse a la vida, a la vida mortal.

En su primera interpretación, la joven Haizea Carneros está magnífica. Su inocente cara, su expresión angelical, su ternura, su dolor… Soporta no solo un debut brillante, sino también el gran peso de toda la película. Es evidente que la labor de Legarreta como director algo habrá tenido que ver a la hora de inculcar el verdadero valor de esta historia, escrita conjuntamente con la ayuda de Jon Sagalá.

Josean Bengoetxea e Itziar Ituño (también coincidieron en rodajes como ‘Campanadas a un muerto’, ‘El silencio en la ciudad blanca’), dan réplica al mundo de los adultos. Un mundo de sufrimiento y angustia, enjaulados en una soledad casi eterna. “La vida es una herida por donde entra la luz”, la cruz y la sangre. Un hombre de fe y una mujer de luna. Ambos son la esperanza y el alivio de la joven en el deseo de curarse de una historia en la que “siempre es demasiado tiempo”. Una condena eterna y agotadora.

‘Todas las lunas’ no es una leyenda de vampiros ni licántropos, aunque lo sean. Va más allá. Es un cuento delicado y bello sobre el dolor, el sufrimiento y la inmortalidad. Sobresale por el tempo que utiliza para narrar los acontecimientos y sus sentimientos. Por la fotografía de Imanol Nabea con la que retrata a sus personajes y sus preciosos parajes. Por la música de Pascal Gaigne evocando la sensibilidad de una naturaleza de antaño.

Tal vez en su excelente sencillez radica su triste belleza. 

Lo mejor: su textura, sus actuaciones y la manera de narrar este cuento. Y la oportunidad de escucharla en su versión original.

Lo peor: que su producción no sea suficientemente valorada como drama fantástico.

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